«El reino de los cielos se parece a un propietario que al amanecer salió a
contratar jornaleros para su viña. Después de ajustarse con ellos en un denario
por jornada, los mandó a la viña.
Ellos
fueron.
Salió
de nuevo hacia mediodía y a media tarde, e hizo lo mismo.
Vinieron
los del atardecer y recibieron un denario cada uno.
Es palabra de
Dios
REFLEXION
Jesús
enseña por medio de parábolas, historias sencillas con un contenido cercano y
comprensible. Encierran una gran belleza y fácilmente llevan a la admiración
de la gente sencilla. La parábola de los jornaleros contratados, pone de
relieve cómo Dios llama en cualquier instante de la vida para participar en
la construcción del Reino de Dios. Al poner al propietario de la viña
saliendo al amanecer y al atardecer, señalando otros momentos del día, para
contratar a los jornaleros, indica la voluntad de Dios de no dejar a nadie
fuera de esta labor. Incluso, cuando al salir al atardecer y encontrar a unos
desempleados, sin hacer nada. Y preguntados sobre ello, la respuesta es:
nadie nos ha contratado. No es que no quieran trabajar, es que nadie los ha
invitado a hacerlo. No los han contratado. Ellos también son enviados a la
viña y les dará lo debido. Contar
con todos. No excluir a nadie. Reconocer que todos tienen capacidad para
asumir responsabilidades y ofrecerles la oportunidad, el espacio y la ocasión
de hacerlo, es una gran lección. En una sociedad excluyente suena extraño
esta inclusión. Pero
también rompe con la lógica humana: a más horas de trabajo, mayor salario.
Así pensaban los de primera hora del día. Su razonamiento resalta la lógica
humana. Pero al estar relacionada la enseñanza con el Reino de los Cielos, la
lógica se asienta sobre la justicia. El trato es un denario por jornada, que
es una buena paga. Si recibes lo convenido no hay agravio. La manera de
proceder del propietario resalta la bondad, que mira más allá, atendiendo a
las necesidades básicas. El salario era un denario por jornada. Cumplida la
jornada se les da lo convenido. No debe haber quejas. Pero las hay. La
instrucción al capataz se escapa de lo habitual. Comienza por los últimos,
que reciben un denario. Los del comienzo del día hacen sus cálculos: nos
tocará más pues hemos sufrido el peso del día y el bochorno. Al recibir un
denario, su frustración lleva al reclamo. La respuesta del propietario les
recuerda lo convenido: un denario por jornada. Ha cumplido con los pactado.
La queja es desmontada apelando a la bondad y al dominio sobre los bienes
propios: ¿es que no tengo libertad para hacer lo que quiera en mis asuntos?
¿O vas a tener tú envidia porque yo soy bueno? Este
modo de proceder es el que se propone a todos: actuar desde la bondad, que no
desconoce la justicia, pero que va más allá, al dar lo necesario a cada uno,
partiendo de lo ajustado. En una civilización excluyente, con un sistema
salarial inadecuado, parece impensable que los últimos sean primeros. Pero en
el plan de Dios esta inversión de lugar está centrada en la bondad misma de
Dios, que sobrepasa todo lo imaginable y siempre sorprende. ¿Cómo es nuestra
manera de proceder con los otros? ¿Qué lógica domina en nuestros actos y
programas? |
Fr. Antonio Bueno Espinar O.P.
Convento de Santa Cruz la Real (Granada)