- ¡Que llega el esposo, salid a recibidlo!.
Entonces se
despertaron todas aquellas doncellas y se pusieron a preparar sus lámparas. Y
las necias dijeron a las sensatas: "Dadnos un poco de vuestro aceite, que
se nos apagan las lámparas". Pero las sensatas contestaron: "Por si
acaso no hay bastante para vosotras y nosotras, mejor es que vayáis a la tienda
y os compréis".
Mientras
iban a comprarlo, llegó el esposo, y las que estaban preparadas entraron con él
al banquete, y se cerró la puerta. Más tarde llegaron también las otras
doncellas, diciendo: "Señor, señor, ábrenos". Pero él respondió:
"Os lo aseguro: no os conozco". Por tanto, velad, porque no sabéis el
día ni la hora".
Es
palabra del Señor
REFLEXION
El evangelio
nos plantea una escena de la cual podemos extraer algunos detalles que nos
ayuden a saber dónde estoy o a decidir dónde y cómo quiero estar. Nos presenta
a un grupo de mujeres, cada una con su lámpara.
La luz es
personal y no es traspasable, cada una tiene la luz que tiene y necesita
cuidarla. Nadie puede cuidarla por ti, es tu luz. ¿Qué hacemos cada una con la
luz? Esa es nuestra decisión. Podemos mantener nuestra lámpara limpia, cuidando
que esté siempre encendida, esperar el momento conveniente mientras nos
dedicamos a otras cosas…
También las mujeres
del evangelio necesitan salir al encuentro del amado, prepararse para seducir y
dejarse seducir por Dios. Son mujeres activas que hacen uso de su libertad, no
solamente esperan, también deciden cómo quieren esperar. Es la libertad con la
que Dios nos ha creado.
Nos
encontramos ante un grupo de mujeres. Los creyentes también nos reunimos en
grupo, en comunidad, para hablar de Dios, para comentar como es nuestra
experiencia de relación con Él... Nos ayudamos a ver, pero el camino de
encuentro es personal, nadie puede andarlo por mí. Podemos compartir la
experiencia, pero ésta es diferente para cada persona.
Todas las
mujeres estaban dormidas. Esto tranquiliza mucho ya que no es necesario estar
siempre en vela, pero sí estar preparadas. Utilizando otro lenguaje, podríamos
decir que es necesario saber amar y por lo tanto anhelar el momento en el que
seamos llamadas al desierto (entendido éste de muchas formas).
A esto se
parece el Reino de Dios: a personas capaces de amar, puestas en camino para
encontrarse con el amado y alumbradas-habitadas por el Espíritu.
Hna.
Inmaculada Sánchez García-Muro, O.P.
Congregación Romana de Santo Domingo