El Padre Alberto Hurtado es
uno de los personajes más importantes de la Iglesia Católica contemporánea en
Chile. Su profunda fe, su atractiva personalidad, su capacidad de captar el
cambio ideológico y cultural de su tiempo y la vehemencia con la que desempeñó
sus diversas obras, hicieron de él una figura de gran influencia, cuyo legado
sigue vigente.
Nació en Viña del Mar el 22 de enero de 1901, en el
seno de una familia aristocrática empobrecida. La temprana viudez de su madre
lo encaminó a trabajar y estudiar leyes. Sin embargo, a pocos días de recibirse
de abogado, siguió su verdadera vocación ingresando a la Compañía de Jesús.
En 1936 regresó a Chile, tras su formación en
Europa, y se dedicó por entero a la tarea de acercar la Iglesia a la juventud y
a los más pobres. Tras hacer su apostolado en el Colegio San Ignacio, fue
designado Asesor Arquidiocesano de la Juventud Católica. Su personalidad
apasionada y carismática lo convirtió en un modelo para los jóvenes de la
época, quienes engrosaron notablemente las filas del movimiento bajo su
influencia.
Pese a ser de ideas más bien conservadoras, tenía
un gran compromiso con la justicia social. Le preocupaban las condiciones de
vida de la clase obrera y apostó a la sindicalización como vía para superar las
desigualdades e implantar un orden social cristiano. Su preocupación por los
trabajadores fue derivando en una preocupación por los más pobres. “Acabar con
la miseria es imposible, pero luchar contra ella es deber sagrado”, decía. A
esto abocó su energía recorriendo las calles con su camioneta verde, recogiendo
niños, adultos y ancianos indigentes y dando origen a una de sus mayores obras:
El Hogar de Cristo.
Murió el 18 de Agosto de 1952 producto de un cáncer
de páncreas. En 1994 fue beatificado por el Papa Juan Pablo II y once años
después, el 23 de octubre de 2005, fue declarado Santo de la Iglesia Católica
por el Papa Benedicto XVI.