En aquel tiempo, Jesús entró en Jericó e iba
atravesando la ciudad.
En esto, un hombre llamado Zaqueo, jefe de publicanos y rico, trataba de ver
quién era Jesús, pero no lo lograba a causa del gentío, porque era pequeño de
estatura. Corriendo más adelante, se subió a un sicomoro para verlo, porque
tenía que pasar por allí.
Jesús, al llegar a aquel sitio, levantó los ojos y le dijo:
«Zaqueo, date prisa y baja, porque es necesario que hoy me quede en tu casa».
Él se dio prisa en bajar y lo recibió muy contento.
Al ver esto, todos murmuraban diciendo:
«Ha entrado a hospedarse en casa de un pecador».
Pero Zaqueo, de pie, dijo al Señor:
«Mira, Señor, la mitad de mis bienes se la doy a los pobres; y si he defraudado
a alguno, le restituyo cuatro veces más».
Jesús le dijo:
«Hoy ha sido la salvación de esta casa, pues también este es hijo de Abrahán.
Porque el Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido».
Es
palabra del Señor
REFLEXION
Hoy Lucas nos presenta en este relato como, lo que
se pudiera considerar como una dificultad, resulta ser la catapulta para
conseguir la salvación.
Jesús llega a Jericó y atraviesa la ciudad, y
Zaqueo, jefe de publicanos y rico, o sea, oficialmente pecador para los judíos,
al ser de estatura baja, se sube a un sicomoro para poder ver pasar a aquel de
quien tanto hablan.
Al llegar el Maestro a su altura, se detiene, y le
dice que baje rápido pues se tiene que hospedar en su casa.
Los puristas murmuraban diciendo: ha entrado a
hospedarse en casa de un pecador, esto era motivo de escándalo para escribas y
fariseos, que se consideraban fieles cumplidores de la ley.
Pero Zaqueo, poniéndose en pie, reconoce que ha
podido obrar mal, y se compromete a dar la mitad de sus bienes a los pobres y,
si de alguien se ha aprovechado, le restituirá hasta cuatro veces más.
Vemos como la mirada de Jesús, es capaz de
convertir a un pecador en hombre misericordioso y bueno, por eso el Maestro
declara: “Hoy ha sido la salvación de esta casa”, y, dirigiéndose a los
murmuradores manifiesta que Él ha venido a buscar y salvar lo que estaba
perdido.
Con qué facilidad somos capaces de descartar a
aquellos cuya manera de ser o actuar, no es acorde con nuestros criterios, y
somos incapaces de intentar entender por qué actúan así, y acompañarles en su
proceso de conversión, porque, simplemente, “no son de los nuestros”.
Si Dios nos quiere tal como somos, con nuestras
virtudes y nuestros defectos, ¿cómo podemos nosotros descartar al diferente?,
¿cómo podemos negarnos a asumir que la lluvia que Dios nos regala, es para
todos, buenos y malos?
Si Jesús fue motivo de conversión, esforcémonos a
abrirnos a los otros, con el ánimo libre de prejuicios, e intentemos ser
auténticos “prójimos” de los que nos rodean.
D. José Vicente Vila Castellar, OP
Fraternidad Laical Dominicana Torrent (Valencia)