En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
Es palabra del Señor
REFLEXION
En el contexto de su segunda etapa del viaje a
Jerusalén, Jesús sigue instruyendo a sus discípulos, esta vez para abordar tres
temas muy importantes para la vida comunitaria: el escándalo, el perdón y la
fe. Y lo hace en medio del acecho de los fariseos contra quienes se enfrenta
una y otra vez. De hecho, hemos escuchado, en el capítulo anterior, a Jesús,
hablando así a los fariseos: “Vosotros queréis pasar por hombres de
bien ante la gente, pero Dios conoce vuestros corazones.”
Jesús nos llama a seguirle en comunidad, a vivir la
fe con otras personas construyendo relaciones fraternas con todo lo que esto
significa de compromiso en la vida de cada día.
La Palabra de Dios hoy nos hace caer en la cuenta
de tres aspectos que son pilares para una comunidad cristiana y que están
íntimamente relacionados. Y empiezo por el último, el de la fe: Necesitamos
alimentar nuestra fe en el Dios Padre de misericordia, que nos ha creado y nos
ha hecho sus hijos; Sólo desde esta mirada de fe, podemos sentir la fuerza y el
deseo de vivir desde ese Amor y de sentir la necesidad de ser transformados por
Él.
Bajo la luz de la misericordia de Dios, necesitamos
reconocer la parte de pecado que hay en cada uno de nosotros; ser conscientes
de nuestras contradicciones e incoherencias, atrevernos a nombrarlas y
reconocerlas, a pedir perdón por ellas, a trabajarlas, a dejar que el Espíritu
también trabaje en nosotros y a descubrirnos finalmente como pecadores
perdonados y salvados; capaces, por ello, de perdonar también a los
demás. Una vida que se ha dejado amasar por el amor y el perdón de Dios, es una
vida que camina hacia la autenticidad. Y toda vida auténtica es un estímulo que
ayuda a crecer a otros: somos responsables de los demás.
Pero si nuestra vida se resiste a dejarse
transformar; si nos instalamos en la arrogancia, en la prepotencia, en la
rigidez frente a los otros. Si nuestro esfuerzo se centra en cuidar la “buena
imagen” aunque nuestro corazón esté lleno de resentimiento y de tareas de
crecimiento humano pendientes, la vida acaba convirtiéndose en “doble
vida”. Es decir una vida dividida y rota por las contradicciones no abordadas y
no trabajadas. Una vida que, si no se abre a un proceso de verdad y sanación,
va destruyéndose y puede también destruir a aquellos que están cerca y
que son más vulnerables: a esta capacidad de herir y destruir se refiere Jesús
cuando habla de “escandalizar a los pequeños” y ya sabemos lo duro que es con
la persona que escandaliza: más le valdría que le encajaran en el
cuello una piedra de molino y lo arrojasen al mar.
Y es que la cosa no es de broma: Hoy en día se
habla mucho en los medios de comunicación de los escándalos políticos,
económicos y también de la iglesia. Y nos referimos a situaciones que con
frecuencia nos asombran y nos descolocan porque se refieren a comportamientos
de personas en las que habíamos puesto una cierta confianza porque su vida nos
resultaba creíble, moralmente verdadera. Y, de repente, salen a la luz
historias escondidas que nos sorprenden, que no esperábamos, que no concuerdan
con la imagen, con frecuencia un poco idealizada, que nos habíamos hechos de
estas personas. Situaciones que, a medida que se van destapando, nos permiten
descubrir, escondidas, historias dolorosas de víctimas que son, casi
siempre, personas muy vulnerables.
Pero no miremos hacia fuera, sino que meditemos en
nuestra propia historia y en aquellas situaciones en las que hemos podido
escandalizar a otras personas, cómo hemos podido influir negativamente sobre su
proceso de vida y de fe. Qué descubro que necesito recomponer, curar. A quiénes
necesito pedir perdón y perdonar. Qué fe necesito pedir para poder mirar con
ojos de misericordia todo lo vivido.
Hna. María Ferrández Palencia, OP
Congregación Romana de Santo Domingo