Es palabra del Señor
REFLEXION
Jesús, el observador, alecciona a los suyos para
que se fijen en su entorno, en la naturaleza que les habla y que deben saber
interpretar. Cuando los frutos maduran, una nueva etapa comienza. No hay que
dejar que se caigan y pudran.
Cada época produce sus maduraciones y cambios;
cuesta interpretarlos y los catastrofistas son muy dados a ver donde no hay,
como si todo fuese el acabose, el sinsentido, el final de la historia. No, los
creyentes, que también sufrimos esos cambios tremendos entorno nuestro, sabemos
que se abre una nueva puerta de oportunidades esperanzadas, o mejor de
esperanzas oportunas.
Cierto. Cuesta verlas, aceptarlas, adaptarse; pero
la esperanza siempre está como aletargada, sosteniéndolo todo. Cielo y tierra
pasarán; los cielos que hemos conocido y contemplado y las tierras que hemos
pisoteado, caminado, pasarán. Pero sus palabras no pasarán.
La alianza de amistad entre Dios y su pueblo, y sus
criaturas, permanece. El reinado/presencia de Dios se instaurará; está
haciéndolo ya. A ello nos preparamos con el inminente Adviento. Un año más en
nuestra vida espiritual y de servicio y ayuda a los demás; una nueva
oportunidad de crecimiento personal y espiritual. No cerremos la puerta a la
esperanza que llama con discreción y suavidad.
No es un reino imaginario, fantasioso, el predicado
por Jesús. Él no era un soñador ni un ilusionista que hacía juegos malabares
para entretener al pueblo. Era muy realista e interpretaba muy bien los signos
de los tiempos, lo que acaecía en cada momento. El Reino por Él predicado es la
misma vida intensificada por el Espíritu de Dios.
Eso sí, hay que abrir mente y corazón para verlo,
aceptarlo, encarnarlo. Jesús es el Hijo de Dios que empuja la puerta de nuestro
interior para que la esperanza tenga cobijo en nuestras vidas.
Somos nosotros, pueblo de Dios, el que empuja y
hace realidad la historia de la salvación, para que Dios no desaparezca de ella
y, no sin dificultad, podamos vivirlo todo con mayor sentido y orientación
vital.
Fr. José Antonio Solórzano Pérez O.P.
Convento de Santo Domingo (Caleruega)