Es palabra del Señor
REFLEXION
Vivimos unos momentos en que la Iglesia se
encuentra sometida a continuas críticas sobre distintas acciones u omisiones
respecto a temas como el de los abusos a menores, corrupciones e incluso
continuas diatribas respecto a los divorciados vueltos a casar, el papel de la
mujer... Lo más significativo es que todo ello se enfoca hacia el 1% de la
Iglesia, que es el clero, mientras que el resto de la comunidad permanece en
una pasmosa pasividad unida a los meros espectadores o lectores de estas
noticias que se difunden en los medios de comunicación.
También los laicos somos Iglesia, somos ese Templo
donde se comercia con animales y que más parece “una cueva de ladrones”. El
Evangelio de San Juan nos muestra a Jesús realmente indignado, escandalizado,
que sorprende por su vehemencia incluso a los suyos. Es este mismo Jesús que
dice a la Samaritana que ha llegado ya el día en que a Dios se le adore en
espíritu y verdad, que el verdadero templo son los corazones de las personas,
de la comunidad donde Él se sigue haciendo presente con su Espíritu.
Dijimos ya en el comentario a la primera lectura
que el cristiano es otro Cristo y, como Él, tenemos que ser y sentirnos
responsables del Templo, de la Iglesia, exigiendo, pero también comprometiendo
nuestra vida para que la Gracia realmente llegue como agua limpia fresca y pura
al corazón de los hombres. Es el agua de la Pascua, que nada ni nadie podrá
destruir jamás.
Se celebra hoy la Dedicación de la Basílica Mayor
de San Juan de Letrán en Roma, la Catedral o cátedra de su primer obispo, San
Pedro, que dio testimonio de la fe con su propia vida. Fue propiamente la
primera iglesia cristiana tras el Edicto de Milán en que se autorizó por el
Imperio el culto público.
“Para comprender bien el episodio evangélico de
hoy, debemos subrayar un detalle importante. Los cambistas estaban en el patio
de los paganos, el lugar accesible a los no judíos. Este mismo patio se había
transformado en un mercado. Pero Dios quiere que su templo sea una casa de
oración para todos los pueblos (cf. Is 56,7). De ahí la decisión de
Jesús de derribar las mesas de cambio de moneda y expulsar a los animales. Esta
purificación del santuario era necesaria para que Israel redescubriera su
vocación: ser una luz para todos los pueblos, un pequeño pueblo elegido para
servir a la salvación que Dios quiere dar a todos. Jesús sabe que esta
provocación le costará cara... Y cuando le preguntan: «¿Qué señal nos muestras
para obrar así?» (v. 18), el Señor responde diciendo: «Destruid este templo y
en tres días lo levantaré» (v. 19).”
(Papa Francisco. Fiesta de la Dedicación de San
Juan de Letrán, 9 noviembre 2019)
D. Carlos José Romero Mensaque, O.P.
Fraternidad “Amigos de Dios” de Bormujos
(Sevilla)