Hoy, 4 de diciembre, la Iglesia celebra la Fiesta de San Juan Damasceno,
Doctor de la Iglesia y defensor de la veneración de imágenes y reliquias de los
santos. “Dado que ahora Dios ha sido visto en la carne y ha vivido entre los
hombres, yo represento lo que es visible en Dios”, escribió alguna vez.
San Juan Damasceno
nació en la ciudad de Damasco, capital de Siria -”Damasceno” es su gentilicio-,
y vivió entre los siglos VII y VIII. Creció en el seno de una familia cristiana
acomodada. Insatisfecho con la vida en torno a lo político, ingresó al
monasterio de San Sabas, cerca de Jerusalén. Fue ordenado sacerdote y, sin
apartarse de la ascesis propia de la vida monacal, se dedicó también a la
actividad literaria y pastoral.
Por aquel entonces,
el emperador de Constantinopla, León el Isaurio, prohibió el culto a las
imágenes, influenciado por los “iconoclastas” que acusaban a los católicos de
idolatría. Los iconoclastas afirman -contra la doctrina cristiana- que el uso
de imágenes es superstición y que estas deben ser destruidas. Por eso, se
organizaban para quemarlas y perseguir a quienes las veneraban.
San Juan Damasceno
defendió la veneración de las imágenes en sus tres “Discursos contra quienes
calumnian las imágenes santas”. Allí escribió: “Yo no venero la materia, sino
al creador de la materia, que se hizo materia por mí y se dignó habitar en la
materia y realizar mi salvación a través de la materia”... “¿No es materia el
madero de la cruz tres veces bendita? (...) ¿Y no son materia la tinta y el
libro santísimo de los Evangelios? ¿No es materia el altar salvífico que nos
proporciona el pan de vida? (...) Y antes que nada, ¿no son materia la carne y
la sangre de mi Señor?”.
San Juan Damasceno
también defendió el culto a las reliquias de los santos: "ante todo
(veneramos) a aquellos en quienes ha habitado Dios, el único santo, que mora en
los santos, como la santa Madre de Dios y todos los santos”.... “Estos son los
que, en la medida de lo posible, se han hecho semejantes a Dios con su voluntad
y por la inhabitación y la ayuda de Dios, son llamados realmente santos, no por
naturaleza, sino por contingencia, como el hierro al rojo vivo es llamado
fuego, no por naturaleza sino por contingencia y por participación del fuego.
De hecho dice: ‘Seréis santos, porque yo soy santo’”.
San Juan Damasceno
murió a mediados del S. VIII. El Segundo Concilio de Nicea (787) respaldó las
tesis que defendió señalando que las imágenes pueden ser expuestas y veneradas
legítimamente porque el respeto que se les muestra va dirigido a la persona que
representan. El Papa León XIII lo proclamó Doctor de la Iglesia Universal en
1890.
FUENTE
: ACIPRENSA