Es
palabra del Señor
REFLEXION
El
evangelio de la "Anunciación" es, sin duda, el reverso de la página
del Génesis. Así lo han entendido muchos estudiosos de este relato maravilloso
lleno de feminismo y cargado de símbolos. Aunque aparentemente no se usen los
mismos términos, todo funciona en él para reivindicar la grandeza de lo débil,
de la mujer. Para mostrar que Dios, que había creado al hombre y a la mujer a
su imagen y semejanza, tiene que decir una palabra definitiva sobre ello. Es
verdad que hay páginas en el mundo de la Biblia que están redactadas desde una
cultura de superioridad del hombre sobre la mujer. Pero hay otras, como este
evangelio, que dejan las cosas en su sitio. Cuando Dios quiere actuar de una
forma nueva, extraordinaria e inaudita para arreglar este mundo que han
manchado los poderosos, entonces es la mujer la que se abre a Dios y a la
gracia.
Se han
hecho y se pueden hacer muchas lecturas de este relato asombroso. Puede ser
considerado como la narración de la vocación a la que Dios llama a María, una
muchacha de Nazaret. Todo en esta aldea es desconocido, el nombre, la
existencia, e incluso el personaje de María. Es claro que, desde ahora, Nazaret
es punto clave de la historia de la salvación de Dios. Es el comienzo, es
verdad, no es final. Pero los comienzos son significativos. En el Génesis, los
comienzos de la "historia" de la humanidad se manchan de orgullo y de
miedo, de acusaciones y de despropósitos. Aquí, en los comienzos del misterio
de la "encarnación", lo maternal es la respuesta a la gracia y abre
el camino a la humanización de Dios. María presta su seno materno a Dios para
engendrar una nueva humanidad desde la gracia y el amor. ¿Cómo? Entregando su
ser humano a la voluntad de Dios. Querer decir más sería entrar en una
elucubración de conceptos y afirmaciones "dogmáticas" que nos
alejarían del sentido de nuestro relato.
El
relato tiene todo lo mítico que se necesita para hablar de verdades profundas
de fe (si aparece un ángel es por algo); no debemos ser demasiado
"piadosillos" en su interpretación. En realidad todo acontece de
parte de Dios, pero no en un escenario religioso. Por eso es más asombrosa esta
narración que, sin duda, tiene de histórico lo que le sucede a María en su
vida. Ella es una criatura marginal que ha sido elegida por Dios, y esto es tan
real como histórico. Su hijo será también un judío marginal. Es un relato que
no está compuesto a base de citas bíblicas, pero sí de títulos cristológicos:
grande, Hijo del Altísimo, recibirá el trono de David su padre. Todo eso es
demasiado para una muchacha de Nazaret. Y todo ocurre de distinta manera a como
ella lo había pensado; ya estaba prometida a un hombre. Ella pensaba tener un
hijo, ¡claro!, pero que fuera grande, Hijo del Altísimo y rey (Mesías en este
caso), iba más allá de sus expectativas. Pero sucede que cuando Dios
interviene, por medio del Espíritu, lo normal puede ser extraordinario, lo
marginal se hace necesario. Esa es la diferencia entre fiarse de Dios como hace
esta joven de Nazaret o fiarse de "una serpiente" como hizo la mítica
Eva.
María
de Nazaret, pues, la "llena de gracia", está frente al misterio de
Dios, cubierta por su Espíritu, para que su maternidad sea valorada como lo más
hermoso del mundo. Sin que tengamos que exagerar, es la mujer quien más siente
la presencia religiosa desde ese misterio maternal. Y es María de Nazaret, de
nuestra carne y de nuestra raza, quien nos es presentada como la mujer que se
abre de verdad al misterio del Dios salvador. Ni los sacerdotes, ni los
escribas de Jerusalén, podían entenderlo. La "llena de gracia" (
kejaritôménê ), con su respuesta de fe, es la experiencia primigenia de la liberación
del pecado y de toda culpa. Dios se ha hecho presente, se ha revelado, a
diferencia del Sinaí, en la entraña misma de una muchacha de carne y hueso. No
fue violada, ni maltratada, ni forzada... como otras como ella lo eran por los
poderosos soldados de imperio romano que controlaban Galilea. Fue el amor
divino el que la cautivo para la humanidad. Por eso, en un himno de San Efrén
(s. IV) se la compara con el monte Sinaí, pero el fuego devorador de allí y la
llama que los serafines no pueden mirar, no la han quemado. Esta
"teofanía" divina es otra cosa, es una manifestación de la gracia
materna de Dios.
Fray Miguel
de Burgos Núñez
(1944-2019)