Es palabra de Dios
REFLEXION
Ante la figura sorprendente de Juan el Bautista,
muchos se han preguntado sobre él y su profético modo de proceder. ¿Será este
el Mesias? El mismo Juan responderá, cuando sea preguntado sobre sí mismo y su
misión: Yo no soy el que pensáis. El afirmará que solamente es la Voz que
grita. Con todo Jesús pone de relieve su grandeza, relacionada sin duda, con la
misión que le ha sido encomendada: ir delante del Señor preparando su camino en
el corazón de cada uno. Tanto la Ley como los profetas han hablado del Mesías.
Juan es mayor que todos ellos, pues le toca señalarlo en medio de Israel. Lo
reconoce y muestra, afirmando que el que le envió a bautizar con agua le
indicó: aquél sobre el veas descender el Espíritu, ese bautizará con Espíritu
Santo y fuego. Misión excepcional la de Juan que supera a los Profetas y la
Ley.
Jesús establece también una diferencia entre Juan
el Bautista y el menor en el Reino de los Cielos al hacer esa afirmación:
”aunque el más pequeño en el reino de los cielos es más grande que él.” De
alguna manera se indica aquí el antes y el después en la historia de la
Salvación. La Ley y los Profetas son el antes de los tiempos mesiánicos; Juan
queda a la puerta, como Precursor. El, como todos, esperaba al Mesías. Los
hijos del Reino pertenecen al tiempo de su realización: está en el corazón de
los que acogen a Jesús. Es el tiempo del cumplimiento de lo anunciado. Abrahán
vió de lejos este día y se alegró. Juan el Bautista está a la puerta, al inicio
del mismo. Este más pequeño en el reino de los cielos, no mira al futuro, sino
al presente, a los que han acogido a Jesús y el reino que él instaura.
Termina el pasaje del evangelio indicado Jesús que
se ha cumplido también la promesa de venir Elías a preparar la llegada del
Mesías. Eso ha ocurrido en la persona de Juan, que realiza, con el mismo
espíritu profético de Elías, lo que de él se esperaba: irás delante del Señor a
preparar sus caminos. “Con tal que queráis admitirlo” Era el problema de los
contemporáneos de Jesús y lo es también para nosotros. Por eso dirá Jesús: “El
que tenga oídos, que oiga.”
En el tiempo de adviento en el que nos encontramos
y en esta primera parte, urge potenciar la escucha, prestar atención, por
tanto, a lo que se nos viene recordando, pues el mismo Jesús que regresó al Padre,
volverá al final de los tiempos. La mejor manera de disponerse para acogerlo es
abrir los oídos a su Palabra, que nos proclama la Liturgia de cada día y en el
clamor de los hombres, conforme a lo señalado por Isaías. No es lícito atender
a una y descuidar la otra, pues el que nos habla es el mismo Señor. Y se podría
decir que, así como no podemos amar a Dios, a quien novemos, si no amamos al
prójimo al que vemos, de igual manera ocurre con la escucha.
¿Qué valor tiene el clamor de la humanidad contemporánea?
¿Prestamos atención a estas voces de Dios?
Fr. Antonio Bueno Espinar O.P.
Convento de Santa Cruz la Real (Granada)