Es palabra
del Señor
REFLEXION
Juan
Bautista ha sido uno de los personajes que nos viene ofreciendo la liturgia a
lo largo del Adviento como preparación para la celebración de la Navidad. Al
fin y al cabo san Juan Bautista es para los cristianos el “precursor”. Así se
presenta él.
Hoy el texto
evangélico nos ofrece el nacimiento a Juan. Y la gran alegría de Isabel por, al
fin, tener un hijo. El nombre que identifique al niño en la cultura semítica
tiene más relieve que en la nuestra. Hay que discernirlo bien. Cuando Isabel
dice que se llamará Juan, surge la sorpresa. Parece que no les dice nada a
quienes les acompañan en la circuncisión. ¿Qué otro familiar o personaje así se
ha llamado? ¿Qué quiere indicar sobre el desarrollo de la vida del recién
nacido? Quedan más que sorprendidos o extrañados; en otras traducciones
“sobrecogidos”. Un tanto asustados. El susto se amplía cuando Zacarías, el
mudo, comienza a hablar. Y habla para bendecir a Dios, proclama el himno que
llamamos Benedictus. Se respira en la escena algo que indica que lo
acontecido es más que la felicidad por el nacimiento del hijo tan deseado por
Isabel, que creía ya imposible. Aquí se siente la mano de Dios: “La mano de
Dios estaba con él”. Y se preguntan: “¿Qué va a ser de este niño?”.
Hemos de ser
capaces de sentir, de sentirnos afectados por algo más de lo que nos ofrecen
nuestros sentidos o la costumbre, lo de siempre: hemos de ser capaces de sentir
la novedad de los acontecimientos, dejarnos sorprender por ellos, captar la
dimensión que los trasciende: en fin, ver en ellos la “mano de Dios”. Aunque lo
que nos sugiera no sea lo seguro, sino lo misterioso, impredecible… Y
preguntarnos ¿qué sentido tendrá esto que sucede, que me acontece? Es pregunta
que nos engrandece, pues evita reducirnos a lo obvio, lo previsible y
superficial. Es necesario hacerse preguntas, aunque queden sin respuesta de
momento. Porque humano es formularse preguntas, ahondar en los acontecimientos,
en la vida de las personas, aunque nos encontremos con el misterio, lo que nos
rebasa. Como la Navidad. ¡Cuánto hay que ahondar en el acontecimiento del
nacimiento de Jesús, para no quedarnos es lo trivial, superficial!
Fray Juan
José de León Lastra O.P.
Convento de Santo Domingo (Oviedo)