Es
palabra del Señor
REFLEXION
El comienzo
del capítulo 20 del evangelio de Juan, nos relata la glorificación de la
resurrección de Jesús.
El anuncio
de María, la de Magdala, a Pedro y Juan, de que había desaparecido el cuerpo de
Jesús, pues había acudido al sepulcro cuando aún estaba oscuro, y se había
encontrado la losa que lo cubría quitada, les supuso un choque emocional
importante.
Los
discípulos salen corriendo hacia el sepulcro en ese momento, el miedo que los
mantenía escondidos pasó a un segundo plano, era más importante la terrible
duda que les había supuesto el anuncio de María.
Juan, aquí
identificado como “el otro discípulo, a quien Jesús amaba”, como era más joven
que Pedro, se adelantó y llegó antes al sepulcro, se asomó pero no entró, Pedro,
más impulsivo, al llegar entró inmediatamente y vio los lienzos por el suelo,
pero el sudario con el que le habían cubierto la cabeza, enrollado en un sitio
aparte; entonces Juan se atrevió a entrar y en ese momento creyó, es decir, se
iluminó su mente y comprendió lo que el Maestro les había dicho varias veces,
que tenía que morir, pero que resucitaría de entre los muertos.
Pedro y
Juan, que junto a Santiago su hermano, habían vivido los momentos más
importantes de la vida pública de Jesús, no entendieron hasta ese momento en
qué consistía la misión del Resucitado, con su venida al mundo y su vida
entregada al anuncio del Reino de Dios, y su entrega en la cruz por
nosotros.
¿Somos
conscientes que Jesús nos pide transmitir la alegría del evangelio a los demás?
¿Necesitamos
un “choque traumático” para creer?
¿Nuestra fe
se edifica en una confianza total en la misericordia de Dios?