El
Evangelista, a quien se distingue como "el discípulo amado de Jesús"
era un judío de Galilea, hijo de Zebedeo y hermano de Santiago el Mayor, con
quien desempeñaba el oficio de pescador. Se dice que era el más joven de los
doce Apóstoles y que sobrevivió a todos los demás, el único que no murió
martirizado.
[…] Hoy se
sigue hablando del Evangelio según San Juan y, consiguientemente, del
evangelista Juan. Pero la obra, el cuarto Evangelio, es considerado como un
documento teológico en forma de Evangelio que ha sido colocado bajo el
patrocinio de San Juan Apóstol. Y San Juan Evangelista es la figura
representativa a la que se acude como avalista del documento teológico más
valioso del Nuevo Testamento. Mantenemos tanto el nombre como el título que
lleva por razones tradicionales.[…]
Testigo de
la fe original
[…] El autor
del cuarto Evangelio no pertenece ya a la generación apostólica. Juan
Evangelista -seguimos reservando este título para el autor del Evangelio-
siente la distancia que le separaba del Jesús histórico y reflexiona sobre la
misma con mayor intensidad que lo hicieron los sinópticos. Su reflexión se
centra en dos momentos trascendentales: en la vida de Jesús y en la época
posterior en que él vive. Y no debemos pensar que al evangelista le interese
muy poco el Jesús histórico. Lo que pretende el evangelista es unir o armonizar
ambos momentos, de tal manera que el primero -el relativo al Jesús histórico-
siga siendo el fundamento del segundo y que éste se desarrolle profundamente,
en admirable «inculturación», desde aquél.
El
protagonista de su Evangelio es un viviente, ausente corporalmente de la
comunidad y, al mismo tiempo, presente en ella y determinante de su vida. Los
discursos de Jesús son, más bien, discursos sobre Jesús; las discusiones de
Jesús con sus contemporáneos se convierten en las discusiones sobre Jesús,
protagonizadas por el cristianismo naciente con el judaísmo que se le había
enfrentado de forma violenta. Juan Evangelista se interesa por Jesús no como
historiador, sino como cristiano y creyente, como teólogo, teniendo en cuenta
la cultura y mentalidad tan distintas de sus nuevos destinatarios a los que
había que hablarles en el lenguaje que ellos entendiesen. […]
Felipe F. Ramos