Es palabra de Dios
REFLEXION
El evangelio de hoy nos propone el relato de las
bodas de Caná como el primer signo que Jesús hace en este evangelio y que
preanuncia todo aquello que Jesús realizará en su existencia. Podríamos
comenzar por una descripción casi bucólica de una fiesta de bodas, en un
pueblo, en el ámbito de la cultura hebrea oriental. Así lo harán muchos
predicadores y tienen todo el derecho a ello. Pero el evangelio de Juan no se
presta a las descripciones bucólicas o barrocas. Este es un relato extraño que
habla de unas bodas y no se ocupa, a penas, de los novios. La novia ni se
menciona. El novio solamente al final para reprocharle el maestresala que haya
guardado el vino bueno. La “madre y su hijo” son los verdaderos protagonistas.
Ellos parecen, en verdad, “los novios” de este acontecimiento. Pero la madre no
tiene nombre. Quizás la discusión exegética se ha centrado mucho en las
palabras de Jesús a su madre. “¿qué entre tú y yo”? o, más comúnmente. “¿qué
nos va ti y a mi”? Y el famoso “aún no ha llegado mi hora”. Cobra mucha
importancia el “vino” que se menciona hasta cinco veces, ya que el vino tiene
un significa mesiánico. Y, además, esto no se entiende como un milagro, sino
como un “signo” (semeion), el primero de los seis que se han de narrar en el
evangelio de Juan.
La fuerza
del mensaje del evangelio de este domingo es: Jesús, la palabra de vida en el
evangelio joánico, cambia el agua que debía servir para la purificación de los
judíos -y esto es muy significativo en el episodio-, según los ritos de su
religión ancestral, en un vino de una calidad proverbial. El relato tiene unas
connotaciones muy particulares, en el lenguaje de los símbolos, de la
narratología y de la teología que debemos inferir con decisión. El “tercer día”
da que pensar, pues consideramos que es una expresión más teológica que
narrativa. El tercer día es el de la pascua cristiana, la resurrección después
de la muerte. No es, pues, un dato estético sino muy significativo. También hay
una expresión al tercer día en el Sinaí (Ex 19,11) cuando se anuncia que
descendería Yahvé, la gloria de Dios.
La teología
del evangelio de Juan quiere poner de manifiesto, a la vez, varias cosas que
solamente pueden ser comprendidas bajo el lenguaje no explícito de los signos.
Jesús y su madre llegan por caminos distintos a estas bodas; falta vino en unas
bodas, lo que es inaudito en una celebración de este tipo, porque desprestigia
al novio; la madre (no se nos dice su nombre en todo en relato, ni en todo el
evangelio) y Jesús mantienen un diálogo decisivo, cuando solamente son unos
invitados; incluso las tinajas para la purificación (eran seis y no siete)
estaban vacías. Son muchos vacíos, muchas carencias y sin sentidos los de esta
celebración de bodas. El “milagro” se hace presente de una forma sencilla:
primero por un diálogo entre la madre y Jesús; después por la “palabra” de
Jesús que ordena “llenar” las tinajas de unos cuarenta litros cada una.
María actúa,
más que como madre, como persona atenta a una boda que representa la religión
judía, en la que ella se había educado y había educado a Jesús. No es
insignificante que sea la madre quien sepa que les falta vino. No es una boda
real, ni un milagro “fehaciente” lo que aquí se nos propone considerar
primeramente: es una llamada al vacío de una religión que ha perdido el vino de
la vida. Cuando una religión solamente sirve como rito repetitivo y no como
creadora de vida, pierde su gloria y su ser. Jesús, pues, ante el ruego de las
personas fieles, como su madre, que se percatan del vacío existente, adelanta
su hora, su momento decisivo, para tratar de ofrecer vida a quien la busca de
verdad. Su gloria no radica en un milagro exótico, sino en salvar y ofrecer
vida donde puede reinar el vacío y la muerte. Esa será su causa, su hora y la
razón de su muerte al final de su existencia, tal como interpreta el evangelio
de Juan la vida de Jesús de Nazaret. De una religión nueva surgirá una
comunidad nueva.
Podríamos
tratar de hacer una lectura mariológica de este relato, como muchos lo han
hecho y lo seguirán haciendo. El hecho mismo de que este relato se haya puesto
como el segundo de los “misterios de luz” del Rosario de Juan Pablo II es un
indicio que impulsa a ello. Pero no debemos exagerar estos aspectos
mariológicos que en el evangelio de San Juan no se prodigan, aunque contemos
con la escena a los pies de la cruz (Jn 19,26-27) que se ha interpretado en la
clave de la maternidad espiritual de María sobre la Iglesia. Nuestro relato es
cristológico, porque nos muestra que los “discípulos creyeron en él”. Eso
quiere decir que la mariología del relato (el papel de María en las bodas de
Caná) debe estar muy bien integrada en la cristología. María en el evangelio de
Juan puede muy bien representar a una nueva comunidad que sigue a Jesús (como
el discípulos amado) y que ve la bodas de esos novios que se quedan sin vino
como una lectura crítica de un “judaísmo” al que combaten “los autores” del
evangelio de Juan. De ahí que la respuesta de Jesús a su madre en el relato, si
lo hacemos con la traducción más común: “¿qué nos va a ti y a mí?”, puede
tener todo su sentido si el evangelista quiere marcar diferencias con un
judaísmo que se está agotando como religión, porque ha perdido su horizonte
mesiánico. Y unas preguntas finales: ¿y a nuestra religión qué le está
sucediendo? ¿es profética; trasmite vida y alegría?.
Fray Miguel de Burgos Núñez
(1944-2019)