Es palabra de Dios
REFLEXION
El leproso, consciente de su situación marginal,
movido por la fe, pues no otra razón le pone en camino, se acerca a Jesús. Este
acercamiento evidencia su fe: cree realmente en Jesús. Junto a su puesta en
camino, va la súplica humilde “Si quieres, puedes limpiarme.” Pide a Jesús su
sanación, pero sujetándola a la voluntad de Jesús. Y como ha salido del Padre y
ha venido al mundo justamente para esto, la respuesta que se le da al que así
suplica, no puede ser otra que esta: “Quiero, queda limpio.” El evangelista
señala la disposición de ánimo de Jesús: “Compadecido.” Revela en sí mismo la
compasión de Dios que ya no guarda distancia, pues no solamente de palabra,
sino que, tocándolo, manifiesta su voluntad de sanarlo.
Ha hecho lo más, que es asumir la condición humana,
hacerse en todo semejante a nosotros (excepto en el pecado). No mantiene
distancias quien se ha unido a todo hombre y en la situación en la que cada uno
se encuentra, por eso el tocarlo con su mano, expresa la cercanía que supera
las barreras, en este caso, de la enfermedad. Al que estaba marginado lo
reintegra en la comunidad. Esto va más allá de lo puramente legal. Ello no
significa que deje de lado el precepto legal: certificado de sanación del
leproso, emitido por el sacerdote. Le manda buscarlo y que no cuente lo
ocurrido a nadie.
El comportamiento del leproso es a la inversa:
“cuando se fue, empezó a pregonar bien alto y a divulgar el hecho, de modo que
Jesús ya no podía entrar abiertamente en ningún pueblo; se quedaba fuera, en
lugares solitarios; y aun así acudían a él de todas partes.” Al curado le
importa más lo ocurrido que el certificado. Por eso cuenta la misericordia que
Jesús le ha manifestado. Es tan importante que no puede ser silenciada.
Comprende que las obras por sí mismas proclaman la grandeza de Dios y él lo
único que hace es sumarse a ellas agradecido.
Hay
que tener claro que ciertamente Dios quiere actuar en nosotros, pero no sin
nosotros. No es cuestión de ritos mágicos, sino de signos que evidencian la
fe comprometida en la vida de cada uno y de cada comunidad. Hay que ponerse
en camino, buscando para encontrar; pidiendo para recibir y llamando para ser
acogidos. Como el leproso hay que tener claro qué deseamos realmente y cómo
acudimos a quien nos puede sanar. Y cuando hay que hablar, reconocer que
solamente se puede hacer a partir de la experiencia personal del encuentro
sanador con Jesús. ¿Qué
pido yo y cómo lo pido? ¿Proclamo
las obras de Dios realizadas en la propia existencia? |
Convento de Santa Cruz la Real (Granada)