Es
palabra de Dios
REFLEXION
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   A lo largo de la semana se nos ha ido presentando
  parte del capítulo 3 del Evangelio de Marcos. Hoy concretamente se nos narra
  un fragmento muy breve del mismo. Para comprender mejor el sentido del texto,
  su esencia y de este modo profundizar en su riqueza, sería bueno que
  leyésemos el capítulo completo. En él se nos cuenta con más lujo de detalles
  la jornada del «Pastor de Israel». El
  marco de referencia es el Templo de Jerusalén y la curación de un hombre que
  tenía la mano paralizada. Es el primer elemento que va a enlazar con la
  piedra de tropiezo de Jesús: los fariseos y herodianos se confabulan desde
  ese momento para acabar con Él. Parece ser que en sus planes religiosos no
  está permitido hacer el bien y tener compasión en sábado. Sin embargo, el
  texto sigue relatando que hay mucha gente que sí lo reconoce, llegando
  incluso a echarse encima para poder tocarlo y quedar sanados. Su misión la
  alaban incluso los espíritus inmundos que se postran ante Él y gritan: «Tú
  eres el Hijo de Dios». En
  esa actividad desbordante de Jesús ni siquiera tiene tiempo para comer y
  descansar. Ha subido al monte, ha hecho una llamada, ha instituido a los
  doce: «Para estar con Él y predicar». Momento más significativo del Evangelio
  es éste en el que Jesús fue a la casa con sus discípulos, por toda la carga
  simbólica que nos quiere transmitir para nuestro seguimiento y nuestra
  espiritualidad. La casa y la llamada son como el lugar de intimidad y de
  encuentro con Jesús. Haciéndonos eco del salmo del día de hoy, Jesús en
  nuestra vida es como ese «Pastor de Israel» que viene al encuentro de su
  pueblo. Un pastor que no sabe de matemáticas y deja a las 99 ovejas para
  buscar a la descarriada. Porque no tienen necesidad de médico los sanos sino
  los enfermos. Ese pastor sabe de heridas, sabe de nubarrones y de cañadas
  oscuras y cuando encuentra a la oveja la carga sobre los hombros y la lleva a
  casa. Este Pastor carga sobre sus hombros nuestras vidas cansadas. Por
  eso, tanta gente se agolpa allí donde se encuentra el Pastor. Tienen
  necesidad de sanar heridas, de tranquilidad, de sosiego, de sentirse
  escuchados, de recibir una palabra de consuelo, de sentir una mirada
  compasiva en realidad concreta. Quieren  sentir sus vidas sostenidas por
  las manos del pastor. La familia de Jesús va también a ver qué verdad tienen
  todas aquellas acusaciones que hacen sobre Él los escribas que habían bajado
  del Templo de Jerusalén, tras la sanación del hombre. A
  lo que Jesús responde con un guiño para toda la humanidad: mi madre y mis
  hermanos son todos aquellos que me buscan con un corazón sincero, son todos
  aquellos que en las dificultades de la vida tratan de hacer la voluntad de
  Dios. Los que me abren las puertas de su casa para que Yo pueda entrar y
  cenar con ellos. La casa es, pues, el lugar de encuentro y descanso en ÉL y
  se convierte en el Templo que somos cada uno del Espíritu Santo que mora en
  nosotros.  |