San Timoteo fue
discípulo amado de San Pablo, desde joven se entregó al estudio de la Sagrada Escritura,
y cuando San Pablo se hallaba predicando de la región de Licaonia, los
cristianos le hicieron tales alabanzas de Timoteo que Pablo lo tomó como
apóstol para remplazar a Bernabé. San Pablo le confió la predicación a los
cristianos de Tesalónica, quienes sufrían una cruel persecución. Fue elegido
obispo, según parece por especial inspiración del Espíritu Santo y cuando Pablo
regresó de Roma, dejó a Timoteo al frente de la Iglesia de Efeso para acabar
con los falsos maestros y ordenar sacerdotes y diáconos. Murió apedreado y
apaleado en la fiesta llamada Katagogia por los paganos al manifestar su
oposición a sus ceremonias.
San Tito aparece en
las cartas de San Pablo, a quien acompañó al Concilio de Jerusalén. Después de
predicar en varias ciudades, San Pablo lo consagró Obispo de la Isla de Creta.
“Es cierta esta afirmación, y quiero que en esto te mantengas firme, para que
los que creen en Dios traten de sobresalir en la práctica de las buenas obras.
Esto es bueno y provechoso para los hombres”, le recomendó San Pablo a Tito
(Tito 3, 8).
FUENTE : ACIPRENSA