Es
palabra de Dios
REFLEXION
Ayer celebrábamos la Epifanía, la manifestación del
Hijo Unigénito, hecho niño en Belén, a los pueblos gentiles. Hoy contemplamos
la manifestación de ese Hijo Unigénito, hecho hombre, predicando a todos los
pueblos el Reino de Dios y llamándolos a la conversión.
En este capítulo 4 de Mateo empieza la vida pública
de Jesús. Éste acaba de ser bautizado por Juan y está de regreso de su
preparación en el desierto, acogiendo el proyecto del Padre para sí y
enfrentándose a las tentaciones que intentan apartarlo de este proyecto. Se
retira a Galilea y comienza su predicación recorriendo todos esos lugares
fronterizos y paganos, para que se cumpliera lo dicho por el profeta Isaías:
¡Tierra de Zabulón y tierra de Neftalí, camino del
mar, al otro lado del Jordán, Galilea de los gentiles! El pueblo que habitaba
en tinieblas ha visto una gran luz; a los que habitaban en tinieblas y en
sombra de muerte una luz les brilló.
Juan está arrestado. Y más adelante, en el capítulo
11, nos dice que estando en la cárcel, habiendo recibido noticias de Jesús y su
predicación, envía a dos de sus discípulos a preguntarle: ¿Eres
tú el que ha de venir, o debemos esperar a otro? Jesús les
responde: Id y contad a Juan lo que oís y veis: los ciegos ven
y los cojos andan, los leprosos quedan limpios y los sordos oyen, los muertos
resucitan y se anuncia a los pobres la Buena Noticia.
Nuestro Dios ha plantado su tienda en medio de su
pueblo. No ha hecho distinciones entre judíos y gentiles. Él ha venido a
salvarnos a todos y a curar todas nuestras enfermedades y dolencias; a sanar
nuestro cuerpo y nuestro espíritu. Pero tal vez nosotros estemos esperando a
otro salvador, y cegados por las luces artificiales de nuestro mundo, no
podamos ver la Luz verdadera que brilla en nuestros corazones y que resplandece
en todos los que, en su nombre, siguen curando a los enfermos, dando de comer a
los hambrientos y predicando la Buena Noticia.
Oración
Señor, te damos gracias por hacerte presente en
medio de nosotros y manifestarnos el Reino de Dios. No dejes que vivamos
sumergidos en la noche de nuestro mundo. Abre nuestros ojos para que podamos
contemplar tu Luz. Conviértenos a Ti para que te sigamos y seamos
portadores de tu Luz, y así poder iluminar a todos los que viven en tinieblas y
en sombra de muerte, y extender el Reino hasta los confines de la tierra.
AMÉN.
Sor Mª Montserrat Román Sánchez, OP
Monasterio Santa María de Gracia – Córdoba