En aquel tiempo, Jesús se puso a enseñar otra vez
junto al mar. Acudió un gentío tan enorme que tuvo que subirse a una barca y,
ya en el mar, se sentó, y el gentío se quedó en tierra junto al mar.
Les enseñó muchas cosas con parábolas y les decía instruyéndolos:
«Escuchad: salió el sembrador a sembrar; al sembrar, algo cayó al borde del
camino, vinieron los pájaros y se lo comieron. Otra parte cayó en terreno
pedregoso, donde apenas tenía tierra; como la tierra no era profunda, brotó en
seguida; pero en cuanto salió el sol, se abrasó y, por falta de raíz, se secó.
Otra parte cayó entre abrojos; los abrojos crecieron, la ahogaron y no dio
grano. El resto cayó en tierra buena; nació, creció y dio grano; y la cosecha
fue del treinta o del sesenta o del ciento por uno».
Y añadió:
«El que tenga oídos para oír, que oiga».
Cuando se quedó a solas, los que lo rodeaban y los Doce le preguntaban el
sentido de las parábolas.
Él les dijo:
«A vosotros se os ha dado el misterio del reino de Dios; en cambio, a los de
fuera todo se les presenta en parábolas, para que “por más que miren, no vean,
por más que oigan, no entiendan, no sea que se conviertan y sean perdonados”».
Y añadió:
«¿No entendéis esta parábola? ¿Pues cómo vais a conocer todas las demás? El
sembrador siembra la palabra. Hay unos que están al borde del camino donde se
siembra la palabra; pero en cuanto la escuchan, viene Satanás y se lleva la
palabra sembrada en ellos. Hay otros que reciben la semilla como terreno
pedregoso; son los que al escuchar la palabra enseguida la acogen con alegría,
pero no tienen raíces, son inconstantes, y cuando viene una dificultad o
persecución por la palabra, enseguida sucumben. Hay otros que reciben la
semilla entre abrojos; éstos son los que escuchan la palabra, pero los afanes
de la vida, la seducción de las riquezas y el deseo de todo lo demás los
invaden, ahogan la palabra, y se queda estéril. Los otros son los que reciben
la semilla en tierra buena; escuchan la palabra, la aceptan y dan una cosecha
del treinta o del sesenta o del ciento por uno».
Es palabra del Señor
REFLEXION
Conectando estas palabras de Pablo dirigidas a Timoteo
con la parábola del sembrador del evangelio de hoy, vemos que la vida real de
los sembradores del evangelio es más dura que la de los sembradores de la
semilla. Por sembrar el evangelio San Pablo está encarcelado, y recuerda a
Timoteo que tiene que soportar los trabajos por causa del evangelio… pero ellos
vivieron con entusiasmo su labor de sembradores de la buena noticia, “por
la gracia que nos fue dada desde la eternidad en Cristo Jesús”. No pueden
callarse, tienen que seguir predicando, les suceda lo que les suceda, no solo
porque Jesús se lo ha pedido, sino porque es la mejor noticia que se puede
ofrecer a cualquier persona para que viva su vida son gozo, con sentido,
son esperanza.
En esta fiesta de Timoteo y Tito hemos insistido en
los sembradores, pero la parábola evangélica insiste más en los que reciben la
semilla sembrada. De ellos va a depender principalmente que dé frutos y no
quede estéril. Esa es nuestra tarea: hacer germinar en nosotros el recibido
regalo del evangelio.
Fray Manuel Santos Sánchez O.P.
Convento de Santo Domingo (Oviedo)