La
Fiesta de Epifanía se celebra, desde el año 380, el 6 de enero. Fue el Concilio
de Nicea quien determinó que la Navidad se celebrara el 25 Diciembre y no el 6
de enero como se hacia antes y como todavía sigue haciendo la Iglesia Oriental.
Desde entonces el 6 de enero quedó para el recuerdo de un dogma del nacimiento
de Cristo: la Manifestación del Señor, que es lo que significa Epifanía del
Señor.
El
carácter de esta fiesta es desvelar un sentido teológico de la humanidad de
Jesús. En él se nos revela Dios como haciéndose visible y solidario
completamente con la humanidad. Nunca antes había existido ni existirá otra
presencia igual ante los seres humanos; es la presencia de Dios entre nosotros
de una manera inimaginable para la razón. En la Navidad, pues, contemplamos esa
identidad con nuestra condición en la forma de un niño en precarias condiciones
y con las necesidades de un ser indefenso; en la Epifanía más bien paramos
mientes en la condición divina que posee ese ser humano.
Por
lo que sabemos ya desde la Edad Media existía la costumbre de disfrazar a los
niños de reyes magos y recorrer los poblados pidiendo limosnas y regalos para
celebrar esta fiesta y hacerlo con golosinas muy distintas de los regalos que
hoy reciben los niños del orbe cristiano. En verdad los evangelios no hablan de
Reyes Magos sino de magos o adivinos y nada dicen que fueran precisamente tres.
La fantasía popular sigue reinventándose muchas formas de estos
personajes hasta nuestros días. Menos aún sabemos sus nombres, de los que ya S.
Juan Crisóstomo cita 14 pero en algunas catacumbas aparecen tres. Un códice del
siglo VII es el primero que les asigna los nombres con que hoy los conocemos.
La tradición señalaba sus restos en Milán hasta una expoliación que los
trasladó a la catedral de Colonia, donde se siguen visitando. Hoy nos
encontramos con la proliferación de cabalgatas de los reyes en cada lugar y con
la fijación en los regalos a los niños, que quizá estuviera más apropiado hacer
en la fiesta de Navidad, fiesta del Niño divino.
Fr. Antonio Osuna Fernández-Largo O.P.
Convento de San Esteban (Salamanca)