REFLEXION
El
evangelio nos presenta hoy un precioso texto de Marcos con dos relatos de
signos prodigiosos realizados por Jesús. Un denominador común: la fe que espera
y halla respuesta. Ambos relatos son muy conocidos: El jefe de la sinagoga,
Jairo, pide a Jesús que vaya a curar a su hija moribunda; una mujer que padecía
flujo de sangre desde hacía doce años se acerca a Jesús con la esperanza de
encontrar la sanación.
El
texto está preciosamente estructurado. Jairo presenta a Jesús su petición y
éste se presta inmediatamente a ir a su casa. En el camino, en el que le
acompañaba mucha gente, una mujer aprovecha la ocasión para acercarse a él.
Entre tanto el tiempo va pasando y los criados de Jairo vienen a avisarle de
que la niña ha muerto y no es preciso molestar a Jesús. Un obstáculo insalvable
ya para Jairo, y una Palabra de Jesús que se le dirige: “Tú no temas, basta que
tengas fe”.
No
lo tuvieron fácil ni Jairo ni la mujer.
Un
jefe de sinagoga no podía dirigirse a Jesús sin ser “mal visto” por las
autoridades religiosas del pueblo que estaban ya al acecho de Jesús para ver
cómo acababan con él (Mc 3,6).
La
mujer con flujo de sangre era “impura” según la Ley y contaminaba con su
contacto, por lo que estaba excluida de la vida social, marginada en medio de
su pueblo.
Sin
embargo, ambos pasan por encima de toda dificultad para tratar de encontrar en
Jesús lo que necesitan. No había más salidas: la niña se estaba muriendo, la
mujer había buscado todo tipo de remedio a su enfermedad y sólo había
conseguido gastar toda su fortuna, al tiempo que empeoraba.
Noche
oscura, caminos que se cierran para ambos. Y para ambos la luz, a través de la
sanación. Encuentro decisivo que cambia por completo sus vidas.
Y
esta Palabra evangélica es para nosotros hoy. En toda circunstancia, en todo
tiempo, en todo lugar, Jesús está “para nosotros”. ¿Somos conscientes de que le
necesitamos? ¿Sabemos suplicar y confiar?
¡Qué
alegría si podemos descubrir que, en Jesús, nuestro caminar por la vida es
siempre un proceso que nos permite ir pasando de la oscuridad a la luz, de la
turbación a la serenidad, de la tristeza al gozo, del miedo a la confianza, del
egoísmo a la entrega...!
Siempre,
a pesar de y con todas nuestras pobrezas, debilidades, fragilidad.
Hna. Gotzone Mezo Aranzibia O.P.
Congregación Romana de Santo Domingo