Y añade el santo:
"Se refiere que ella tenía sólo trece años cuando fue martirizada. Y
notemos el poder de la fe que consigue hacer mártires valientes en tan tierna
edad. Casi no había sitio en tan pequeño cuerpo para tantas heridas. Se mostró
valientísima ante las más ensangrentadas manos de los verdugos y no se desanimó
cuando oyó arrastrar con estrépito las pesadas cadenas. Ofreció su cuello a la
espada del soldado furioso. Llevada contra su voluntad ante el altar de los
ídolos, levantó sus manos puras hacia Jesucristo orando, y desde el fondo de la
hoguera hizo el signo de la cruz, señal de la victoria de Jesucristo. Presentó
sus manos y su cuello ante las argollas de hierro, pero era tan pequeña que
aquellos hierros no lograban atarla. Todos lloraban menos ella. Las gentes
admiraban la generosidad con la cual brindaba al Señor una vida que apenas
estaba empezando a vivir. Estaban todos asombrados de que a tan corta edad
pudiera ser ya tan valerosa mártir en honor de la Divinidad. Cuántas amenazas
empleó el tirano para persuadirla. Cuántos halagos para alejarla de su
religión. Mas ella respondía: La esposa injuria a su esposo si acepta el amor
de otros pretendientes. Únicamente será mi esposo el que primero me eligió,
Jesucristo. ¿Por qué tardas tanto verdugo? Perezca este cuerpo que no quiero
sea de ojos que no deseo complacer. Llegado el momento del martirio. Reza.
Inclina la cabeza. Hubierais visto temblar el verdugo lleno de miedo, como si
fuera él quien estuviera condenado a muerte. Su mano tiembla. Palidece ante el
horror que va a ejecutar, en tanto que la jovencita mira sin temor la llegada
de su propia muerte. H aquí dos triunfos a un mismo tiempo para una misma niña:
la pureza y el martirio".
Era de la noble
familia romana Clodia. Nació cerca del año 290. Recibió muy buena educación
cristiana y se consagró a Cristo con voto de virginidad.
Volviendo un día del
colegio, la niña se encontró con el hijo del alcalde de Roma, el cual se
enamoró de ella y le prometió grandes regalos a cambio de la promesa de
matrimonio. Ella respondió: "He sido solicitada por otro Amante. Yo amo a
Cristo. Seré la esposa de Aquel cuya Madre es Virgen; lo amaré y seguiré siendo
casta".
El hijo recurre a su
padre, el alcalde. Este la hace apresar. La amenazan con las llamas si no
reniega de su religión pero no teme a las llamas. Entonces la condenan a morir
degollada. Sus padres recogen el cadáver. La sepultan en el sepulcro paterno.
Pocos días después su hermana Emerenciana cae martirizada a pedradas por estar
rezando junto al sepulcro.
"Con
mínimas fuerzas superó grandes peligros", dice San Dámaso en su epitafio.
Todos los
historiadores coinciden en proclamarla mártir de la virginidad. Es patrona de
las jóvenes que desean conservar la pureza. Cada año, el 21 de enero, día de
Santa Inés, se bendicen los corderos con cuya lana se tejen los
"palios", o sea el distintivo de los arzobispos.
En este tiempo de
materialismo sea ella un modelo de castidad para la juventud.
La liturgia la
presenta como modelo de los éxitos que logra alcanzar una persona cuando tiene
una gran fe. La fe en Dios y en la eternidad lleva al heroísmo.
FUENTE
: ACIPRENSA