Es
palabra de Dios
REFLEXION
La escena
del Bautismo de Jesús, en los relatos evangélicos, viene a romper el silencio
de Nazaret de varios años (se puede calcular en unos treinta). El silencio de
Nazaret, sin embargo, es un silencio que se hace palabra, palabra profética y
llena de vida, que nos llega en plenitud como anuncio de gracia y liberación.
El Bautismo de Jesús se enmarca en el movimiento de Juan el Bautista que
llamaba a su pueblo al Jordán (el río por el que el pueblo del Éxodo entró en
la Tierra prometida) para comenzar, por la penitencia y el perdón de los
pecados, una era nueva donde fuera posible volver a tener conciencia e
identidad de pueblo de Dios. Jesús quiso participar en ese movimiento por
solidaridad con la humanidad. Es verdad que los relatos evangélicos van a tener
mucho cuidado de mostrar que ese acto del Bautismo va a servir para que se
rompa el silencio de Nazaret y todo el pueblo pueda escuchar que él no es un
pecador más que viene a hacer penitencia; Es el Hijo Eterno de Dios, que como
hombre, pretende imprimir un rumbo nuevo en una era nueva. Pero no es la
penitencia y los símbolos viejos los que cambian el horizonte de la historia y
de la humanidad, sino el que dejemos que Dios sea verdaderamente el “señor” de
nuestra vida.
Es eso lo
que se quiere significar en esta escena del Bautismo del evangelio de Lucas,
donde el Espíritu de Dios se promete a todos los que escuchan. Juan el Bautista
tiene que deshacer falsas esperanzas del pueblo que le sigue. El no es el
Mesías, sino el precursor del que trae un bautismo en el Espíritu: una
presencia nueva de Dios. Lucas es el evangelista que cuida con más esmero los
detalles de la humanidad de Jesús en este relato del bautismo en el Jordán,
precisamente porque es el evangelista que ha sabido describir mejor que nadie
todo aquello que se refiere a la Encarnación y a la Navidad. No se duda
en absoluto de la historicidad del bautismo de Jesús por parte de Juan, pero
también es verdad que esto, salvo el valor histórico, no le trae nada a Jesús,
porque es un bautismo de penitencia.
Jesús sale
del agua y “hace oración”. En la Biblia, la oración es el modo de comunicación
verdadera con Dios. Jesús, que es el Hijo de Dios, y así se va a revelar
inmediatamente, hace oración como hombre, porque es la forma de expresar su
necesidad humana y su solidaridad con los que le rodean. No se distancia de los
pecadores, ni de los que tensan su vida en la búsqueda de la verdadera
felicidad. Por eso mismo, a pesar de que se ha dicho muy frecuentemente que el
bautismo es la manifestación de la divinidad de Jesús, en realidad, en todo su
conjunto, es la manifestación de la verdadera humanidad del Hijo de Dios.
Diríamos que para Lucas, con una segunda intención, el verdadero bautismo de
Jesús no es el de Juan, donde no hay diálogo ni nada. Incluso el acto de
“sumergirse” como acción penitencial en el agua del Jordán pasa a segundo
término. Es la oración de Jesús la que logra poner esta escena a la altura de
la teología cristiana que quiere Lucas.
El bautismo
de Jesús, en Lucas, tiene unas resonancias más proféticas. Hace oración porque
al salir del agua (esto se ha de tener muy en cuenta), y estando en oración,
desciende el Espíritu sobre él. Porque es el Espíritu, como a los verdaderos
profetas, el que cambia el rumbo de la vida de Jesús, no el bautismo de
penitencia de Juan. Lucas no ha necesitado poner el diálogo entre Juan y Jesús,
como en Mt 3,13-17, en que se muestra la sorpresa del Bautista. Las cosas
ocurren más sencillamente en el texto de Lucas: porque el verdadero bautismo de
Jesús es en el Espíritu para ser profeta del Reino de Dios; esta es su llamada,
su unción y todo aquello que marca una diferencia con el mundo a superar del
AT. Se ha señalado, con razón, y cualquiera lo puede leer en el texto, que la
manifestación celeste del Espíritu Santo y la voz que “se oye” no están en
relación con el bautismo, que ya ha ocurrido, sino con la plegaria que logra la
revelación de la identidad de Jesús. El Hijo de Dios, como los profetas, por
haber sido del pueblo y vivir en el pueblo, necesita el Espíritu como
“bautismo” para ser profeta del Reino que ha de anunciar.
Fray Miguel de Burgos Núñez
(1944-2019)