Cuando a los pocos días entró Jesús en Cafarnaún, se supo que
estaba en casa.
Acudieron tantos que no quedaba sitio ni a la
puerta. Y les proponía la palabra.
Y vinieron trayéndole un paralítico llevado
entre cuatro y, como no podían presentárselo por el gentío, levantaron la
techumbre encima de donde él estaba, abrieron un boquete y descolgaron la
camilla donde yacía el paralítico. Viendo Jesús la fe que tenían, le dice al
paralítico:
«Hijo, tus pecados te son perdonados».
Unos escribas, que estaban allí sentados,
pensaban para sus adentros:
«¿Por qué habla éste así? Blasfema. ¿Quién puede
perdonar pecados, sino sólo uno, Dios?».
Jesús se dio cuenta enseguida de lo que pensaban
y les dijo:
«¿Por qué pensáis eso? ¿Qué es más fácil, decir
al paralítico: “Tus pecados te son perdonados” o decir: “Levántate, coge la
camilla y echa a andar”?
Pues, para que veáis que el Hijo del hombre
tiene autoridad en la tierra para perdonar pecados -dice al paralítico-:
“Te digo: levántate, coge tu camilla y vete a tu
casa”».
Se levantó, cogió inmediatamente la camilla y
salió a la vista de todos. Se quedaron atónitos y daban gloria a Dios,
diciendo:
«Nunca hemos visto una cosa igual».
Es palabra de Dios
REFLEXION
Está Jesús en
Cafarnaúm predicando la Palabra de Dios y la gente va a escucharlo, pero Él
permanece imperturbable ante la situación. Cuenta el Evangelio
de San Marcos que le traen a un paralítico, es una escena que se relata en
los tres evangelios sinópticos. Cabe destacar que la gente quiere acercarse a
Jesús por cualquier medio, y en este pasaje lo hacen a través del techo. Y
podemos pensar cuáles son los obstáculos que nos impiden acercarnos a Jesús y
cuáles de ellos superamos para conseguirlo. Para Jesús lo más
esencial es la fe que ve en estas personas: valora su fe y realiza una obra
mesiánica como es perdonar los pecados. El corazón de Jesús es así: descubre
lo esencial en el alma y va más allá de las apariencias. La gente lo busca
para encontrar una curación material y Jesús, en el corazón de esos hombres,
contempla su fe. Además Jesús
dialoga con los escribas, sabiendo lo que piensan, y les plantea la potestad
que tiene para perdonar pecados. Ellos terminan admirados, diciendo que no
han visto una cosa igual. Marcos lo llama
Hijo del hombre, título que designa al Mesías y expresión sacada del profeta
Daniel. Jesús es el Mesías, es el Dios que ve el pecado pero no condena,
perdona pero no juzga, y además habla con autoridad dando órdenes para que el
paralítico tome su camilla y se vaya a su casa. Hacer lo correcto,
lo bueno, no siempre está bien visto; podemos pensar cuántas veces en nuestra
vida actuamos correctamente, obrando el bien y sin embargo, como le pasa a
Jesús, no somos bien vistos, somos juzgados y condenados. No dejemos por ello
de actuar bien; nuestras obras tienen su recompensa, a veces aquí en la
tierra y si no en la vida eterna. Seamos capaces de
cantar eternamente las misericordias del Señor con nuestras vidas, con
nuestras actividades, con nuestro modo de ser, para que el nombre del Señor
sea nuestro gozo y el Santo de Israel sea siempre nuestro rey. Dejémonos gobernar
por Dios y nuestra vida tendrá un buen capitán y de este modo, también dirán
de nosotros que no han visto una cosa igual. Monjas Dominicas Contemplativas |